Los astrólogos creemos que todos los individuos tenemos dentro de nosotros la impronta del universo en el momento de nuestro nacimiento. Concretamente, cómo estaba la Tierra respecto al resto de cuerpos del Sistema Solar y el fondo de estrellas contenido en la Eclíptica. Así pues, en el momento del nacimiento de cada uno de nosotros, "el cielo" estaba configurado de una forma determinada y esto es justo lo que se plasma, en 2 dimensiones, en una carta astral. Aunque parezca una locura, los astrólogos estamos afirmando que cada uno de nosotros lleva dentro de sí al universo y que esto nos confiere una estructura vital-psicológica determinada.
¿Cómo explicar que esto pueda ocurrir?
Existe un fenómeno natural, llamado fractalidad, en el que se observa que algo -entendido como un todo- y sus partes comparten una misma estructura. La autosimilaridad, la propiedad más fascinante de este fenómeno, es lo que explica que la estructura básica de algo -su forma- se repita a diferentes escalas siguiendo una determinada pauta.
La fractalidad la encontramos por doquier: en montañas, hortalizas, conchas de caracoles, líneas de la costa, nubes, árboles, cráteres lunares, costas marítimas,etc.
Fractalidad y el ser humano
La fractalidad, aunque no tan claramente, también es constatable en la subjetividad del ser humano.
El ser humano repite patrones de comportamiento, patrones emocionales y patrones mentales, y los repite a diferentes niveles y en diferentes entornos. En otras palabras, al ser humano le acompañan diferentes estructuras psicológicas en su hacer, sentir y pensar.
Por ejemplo, una persona puede tener el patrón de la agresividad y manifestarlo de diferentes maneras: cuando practica boxeo golpeando un saco, discute y grita con la pareja, pita e insulta al conductor de delante, maldice cuando comprueba el saldo de su cuenta, sostiene la rabia callando ante las acusaciones injustas del jefe, etc.
Aunque a primera vista son situaciones muy diferentes, todas comparten un mismo patrón de comportamiento: la agresividad. Y es en este sentido que cada uno de estos comportamientos son un fractal de algo más genérico.
Matizar que la fractalidad no sólo se aplica a objetos y personas, a cosas, sino también a sistemas (tráficos de redes informáticas, movimientos de las Bolsas de valores, dinámicas como la evolutiva de los sistemas complejos). De hecho, es la cosificación del mundo lo que ha complicado comprender que no somos algo separado de nuestro entorno: somos parte de un todo.
Somos un fractal del universo
¿Parecería tan descabellado pensar que cuando nacimos, el todo y las partes mantenían configuraciones muy similares y que por ello somos, como parte, un fractal del universo de ese momento?
Dicho de otro modo: sabemos que las hojas de los árboles presentan una morfología similar a la pequeña rama de la que son parte; y que, a su vez, presentan una forma similar a la gran rama; y que, a su vez, es similar a la forma del árbol en su conjunto. Tenemos el siguiente isomorfismo: hoja - pequeña rama - gran rama - árbol.
¿Y si nosotros fuéramos una hoja de un árbol y el árbol fuera el cielo?
Por un lado, tenemos que una carta astral representa la configuración de un todo en un momento y un lugar determinado (el sistema solar/universo). Por otro lado, esta carta astral se atribuye al individuo nacido en ese momento y lugar. Obviamente, este individuo es parte del sistema solar/el universo, de un todo. La pregunta sería ¿Cómo podríamos saber que la fractalidad se manifiesta en esta parte-todo? Es decir, ¿Cómo estar seguros de que realmente se da el fenómeno de fractalidad en el ser humano en relación con el cielo?
En un sentido riguroso, esta pregunta no creo que se pueda responder. Para mí, la prueba indiscutible del isomorfismo arriba-abajo y afuera-adentro es conocer a fondo una disciplina tan marginada como la astrología, disciplina dejada de lado de la misma manera que el ser humano de hoy ha marginado el cielo sobre su cabeza, como si no tuviera nada que ver con ello. Y así nos va...
Algunas implicaciones de toda esta elucubración